Sobre los atributos de Cleopatra

Introducción

Cleopatra es de aquellos personajes a los que se le asigna un halo enigmático y que conjuga de forma extraordinaria los dos aspectos más atractivos para los humanos: el aspecto físico y un destacado carisma personal. 

La historia de su vida relega a la mediocridad cualquier ficción escrita, pues es la suya la que nos muestra una historia repleta de intrigas, deseos, amor, romanticismo y tragedia. Pero, ¿Quién era y cómo era Cleopatra en realidad? ¿Es cierto que era tan hermosa? ¿Cuáles fueron esas cualidades que permitieron cautivar a los primeros hombres de Roma? ¿Fue Cleopatra una amante consumada?

De Cleopatra se ha escrito casi todo, tenemos versiones para todos los públicos, tenemos la romántica, la tiránica, la interesada, la déspota, la heroica....Un haz de luz que bajo el efecto de un prisma refracta en varios colores, dando por hecho que la unión de todos ellos engloba una personalidad fascinante.

Como siempre he referido, la lectura de las fuentes clásicas ofrecen una perspectiva cercana a su vida, pero es muy necesario leerlas de forma objetiva, jamás dando por hecho que esa visión es la única y la real, ya que para los historiadores coetáneos, Cleopatra representaba todo lo inapropiado para un romano y entendían que su relación con los máximos representantes del emergente imperio perjudicaba sus intereses, no obstante ciertas pinceladas realizan un retrato robot de lo que fue, estimulando la imaginación de los lectores, y ahí, es de donde emana el primero de los problemas.

El aspecto físico

 
 

La sociedad de anticuarios de NewCastle, disponía de una moneda única en el mundo que muestra en su anverso y reverso la efigie de Cleopatra y Marco Antonio, su datación en el 32 a.C la sitúa en un espacio temporal previo a la muerte de ambos. La importancia de esta moneda no es tanto su valor numismático, que lo tiene, por supuesto, sino el revuelo que ocasionó entre el público el contemplar a la idealizada Cleopatra como una mujer de aire distinguido pero dotada de una nariz aguileña, frente prominente, pequeños labios, mentón pronunciado y un manifiesto bocio. He aquí la prueba:

Aquella Cleopatra a la que dio vida una jovencísima Elizabeth Taylor, pasó de ser una de las mujeres más hermosas de la historia a la más...digámoslo así mundana y mortal. Efectivamente no se distinguía por su belleza, pero despertó en mí una curiosidad si cabe mucho mayor, pues si no poseía esos espectaculares atributos físicos, cómo fue capaz de despertar tanto interés?

¡Claro! Ahí me vino la primera musa que resignada, me golpeó la cabeza para hacerme reaccionar, haciéndome formular la pregunta más importante, ¿De dónde viene Cleopatra? y ¿Cuál es el concepto de belleza antiguo?, aunque son dos preguntas ambas van unidas de forma indisoluble. 

Cleopatra nació en Egipto, sí, pero su familia los Ptolomeos, son originariamente macedonios, por tanto su genética pura, teniendo en cuenta que el incesto era habitual entre faraones, no se correspondía con el ideario Egipcio sino con el Griego. Comparar por tanto a Nefertiti con Cleopatra es como comparar a un español con un finlandés.

Nuestra futura reina de Egipto, por tanto, respondería más a un físico del sur de Europa, es decir, tez blanca a la sumo ligeramente aceitunada, ojos y cabello castaños y de estatura mediana, nada que ver con la tez morena egipcia. Si a esto le sumamos la protección a la que la familia del faraón estaba sometida, es muy posible que ni las altas temperaturas de Egipto le procuraran una piel excesivamente bronceada. 

Al hilo de lo dicho y hablando de tendencias, si miramos los estándares de belleza en los últimos 100 años veremos que han sufrido una variación constante que oscila entre mujeres de tallas grandes y anchas caderas (ideal escogido en épocas de guerras o carencias) a mujeres de extrema delgadez, mostrando un patrón variable. En la antigüedad pasaba un poco lo mismo, a pesar que el modelo tanto griego como romano exigía un culto al cuerpo y a la mente por igual, el concepto de belleza iba relacionado con el tiempo que les tocaba vivir, visible en las esculturas helenísticas o sus copias romanas. 

Plutarco, nos refiere a Cleopatra como una mujer poseedora de muchas bellezas, pero recalca que la suya no es una belleza física que atraiga a los hombres, sino que poseía tal encanto, que como él nos explica de forma metafórica, clavaba un aguijón a quién la escuchara de forma irremediable. 

"Cleopatra no poseía una belleza tal que asombrara a cuantos la veían, mas la interacción con ella era arrobadora y su apariencia, junto con su habilidad para persuadir en un coloquio y el temperamento con que acompañaba cada intercambio, resultaba muy estimulante."

 

El verdadero atractivo de Cleopatra

Expliquemos el contexto histórico porque ciertamente es muy importante. Cleopatra VII era hija de Ptolomeo XII conocido por "Auletes". Su padre no ejerció como buen faraón y fue destituido por su propia hija Berenice, hermana mayor de Cleopatra, que gobernó de forma conjunta con su madre. Por esa época, Roma ya era extremadamente poderosa y Ptolomeo estableció un acuerdo con Pompeyo para que le ayudara en su restablecimiento en el trono de Egipto prometiendo a cambio el pago de altos tributos a Roma en forma de compensación.

Roma, a sabiendas de la importancia de Egipto para el abastecimiento de grano en el imperio, le prestó la ayuda solicitada, colocándole de nuevo como regente. De esta forma y hasta su muerte Ptolomeo ejerció como faraón, eso sí asesinando previamente a Berenice. 

En el 51 a.C muere Ptolomeo iniciándose así el reinado conjunto de Cleopatra VII, heredera directa ante la muerte de sus dos hermanas mayores, junto a su hermano de escasos 12 años Ptolomeo XIII, este matrimonio incestuoso procuró a Cleopatra el control total de Egipto, ya que aunque Ptolomeo era el ejecutor, su hermana era la ideóloga y por tanto auténtica regente de Egipto. No obstante con los años la hermana pequeña Arsinoe IV, logró manipular a Ptolomeo para que éste cambiara de parecer, consiguiendo el exilio de Cleopatra a Siria.   

Durante ese periodo, nuestra Cleopatra intentó en vano reclutar soldados capaces de destronar a su hermano y faraón, pero un giro del destino hizo todo el trabajo por ella, veamos porqué.

Era ya la recta final de la guerra civil que mantenían los partidarios de César y los de Pompeyo. Este último, acosado por las legiones de César, huye a Egipto solicitando asilo, apela a las relaciones que durante la república habían beneficiado a ambas partes y que habían coronado de nuevo a su padre. El faraón Ptolomeo XIII para ganarse las simpatías de César, al que ya veía vencedor, lejos de dar asilo a Pompeyo lo asesina, ofreciéndole la cabeza del enemigo a su llegada. No obstante, este gesto que para otro sería un regalo, para Roma y para César concretamente fue interpretado como un asesinato a traición, indigno teniendo en cuenta la relevancia de Pompeyo. César, mata a Ptolomeo y tras una reunión ciertamente provechosa y con cierto aire novelesco mantenida con Cleopatra, la coloca como máxima regente de Egipto.

Cleopatra había sido criada en un ambiente helenístico, es decir, estudió filosofía, matemáticas, oratoria, pero ella, a diferencia de sus predecesores tenía una habilidad innata en el aprendizaje de las lenguas, así que con los años logró dominar a la perfección el griego, sirio, egipcio, arameo y latín. Eso le llevó a destacar por tanto como una mujer cultivada y extremadamente hábil, quizás por la necesidad de dirigir bajo la sombra de otro y por sus altas capacidades personales. 

No obstante y a pesar de esa gran habilidad, Plutarco hace especial hincapié en la dulce voz de Cleopatra, llegando a relatar su capacidad de modularla a placer, consiguiendo captar la atención de todos cuantos la escuchaban. Un vocabulario extenso, su habilidad en la forma de expresar el discurso y un escenario perfectamente diseñado, más digno de un espectáculo que de un faraón, logró cautivar a los hombres más relevantes de su tiempo.

 
 

La pompa y el escenario

Este es el punto quizás para mi forma de ver, más importante de todos y entenderéis el por qué en cuanto lo explique.

Roma era una república hasta el momento y por tanto la regencia como sistema de estado era visto como un enemigo de las libertades del pueblo. Roma detestaba el poder totalitario y los senadores veían recelosos el poder creciente que César adquiría más acorde a un dictador que a una república. Pero eso no significa que los gobernantes de Roma no admiraran con gran deseo el poder que otorgaba el control total del imperio. César, aunque poderoso, estaba anclado en el sistema romano, mientras que Cleopatra ostentaba el control absoluto de Egipto. La ahora reina, disponía de todas las herramientas necesarias para atrapar la atención de sus aliados: Atractivo, poder, palabra. Los faraones no eran vistos como meros humanos al servicio del país, eran una personificación de la deidad y como tales debían obrar. Esclavos, sacerdotes o escribas formaban parte de una corte pomposa al servicio de la perpetuidad de un sistema milenario. Todo en Egipto debía estar a la altura, sus monumentos, sus efigies, sus dioses o sus faraones. 

Ataviada con los ropajes propios de su condición y maquillada al más puro estilo faraónico, Cleopatra debió causar una sensación extraordinaria a sus invitados. Teniendo en cuenta la estética de la época, las túnicas semitransparentes adornadas con oro y gemas, las pelucas, los perfumes y los maquillajes en tonos azules, verdes o amarillos, acompañados de una sensual voz firme pero melódica, debieron impresionar a sus homólogos romanos que hallarían fascinación en ese mundo ostentoso y enigmático, muy diferente a las buenas praxis romanas.

Cleopatra sabía adular, sabía hablar, sabía qué hacer y cómo conseguir sus propósitos...era tan sencillo como ofrecer aquello que el otro ansiaba. Entre la multitud de leyendas que rodean su mito, se incluye la de regalar a cada invitado los sillones de oro en los que se habían reclinado mientras asistían a sus fiestas. Los obsequios eran continuos, simplemente se trataba de una ostentación de poder y riqueza.  

 

Su relación con César fue el primero de los propósitos de la reina. El nacimiento de Cesarión, hijo de ambos, auguraba problemas en Roma debido a que se convertía en su único heredero, haciendo de éste, a ojos de Cleopatra, el unificador de los dos imperios. Pero, César estaba casado y aunque se llevó a Cesarión y a la propia reina a vivir durante un tiempo en uno de sus palacios en Roma, siempre la mostró en calidad de invitada o como reina de Egipto, jamás como su mujer y sin reconocer de forma alguna a Cesarión como hijo suyo. 

César sabía muy bien que un divorcio con su mujer y la legitimación de Cesarión sería su final y a pesar de que el poder de persuasión de Cleopatra era más que evidente, no le dio tiempo a conseguir su objetivo, tras un año de residencia en la capital, César es asesinado. 

 

 

Cleopatra, aconsejada por los suyos y temerosa de su hijo huye a Alejandría dejando tras de sí la oportunidad de convertirse en esposa y madre del heredero. Apesadumbrada por la pérdida y la incertidumbre de como quedaría su relación con Roma y dolorida en su ego por la lectura del testamento de César que proclamaba a su sobrino Octavio, posteriormente Augusto, como su heredero, cambia de estrategia y de forma camaleónica centra sus esfuerzos en conseguir la atención exclusiva del nuevo encargado de la gestión del imperio en Oriente, Marco Antonio.

Marco Antonio era fácilmente conquistable, enamorado de la cultura helénica, se le consideraba un mujeriego y un bebedor que disfrutaba más de las fiestas que de la burocracia política. Cleopatra le dio lo que quiso, riquezas, fiestas, cacerías... convirtiendo al general romano en su faraón particular y quizás también en su marioneta política. Marco Antonio adoptó las costumbres helénico-egipcias y tuvo descendencia con Cleopatra, pero cuando fue requerida su presencia en Roma, fue ampliamente recriminada su actitud indigna de un romano y su relación personal con la reina. Octavio, triunviro de Roma, y futuro emperador, tuvo la brillante idea de obligar a Marco Antonio a casarse con su hermana Octavia, estableciendo así unos lazos entre las familias que a los ojos de la sociedad romana eran indisolubles. La obstinación de Marco Antonio en su campaña de control de Oriente, precisaba la ayuda económica de Cleopatra, con la que acordó las llamadas Donaciones de Alejandría y que suponían, la legitimación de Cesarión, la aceptación de paternidad de los hijos de Marco Antonio, la asignación de territorios al control de Egipto y el matrimonio de ambos.

Estas condiciones, en ningún caso podían ser aceptadas por Roma, excusa que sirvió a Octavio para declarar la guerra a Cleopatra, obligando en cierta manera a Marco Antonio a posicionarse.  Finalmente, la reina decide al más puro estilo de tragedia griega, suicidarse e instar al mismo final al propio Marco Antonio que creyéndola muerta se clava un puñal. Antes de mostrarse como un trofeo en un desfile militar, tal y como ella ya había contemplado durante su estancia en Roma, opta por un romántico final permitiendo que una áspid, acabe a través de su mordedura con su vida, poniendo fin a una era y dando comienzo a otra a través del imperio de Augusto.

 

Conclusión

Sería tremendamente injusto, recordar a Cleopatra VII, sólo como una preciosa mujer de ambición desmedida. Cleopatra es la representación de una feminidad al servicio del poder y de la política, es la culminación de un propósito que no llegó a cumplirse pero que perseveró hasta la exhalación una y otra vez. Luchó por no quedar a la sombra, por perpetuar la imagen de Egipto como una tierra próspera de cultura milenaria, aunque sus orígenes fueran otros bien distintos. Fue capaz de cambiar la historia con sus decisiones, de conquistar a los que habían conquistado y la única mujer capaz de poner en jaque al incipiente imperio romano que conocemos. 

Fue culta, disciplinada, astuta y complaciente cuando se requería, posiblemente la mejor reina de la estirpe Ptolemaica o la más capaz. Arriesgada, observadora y paciente, unos rasgos que no interesa que se le atribuyan en pro de una historia novelesca que ofrezca una imagen exagerada y extravagante, enfocada a dar una idea romántica o totalmente contraria para desfigurar su imagen.

La Cleopatra más real no es la que se bañaba en leche de burra, ese es un detalle menor que nada dice de su personalidad, es la mujer que se negó a formar parte del desfile triunfal romano, la que protegió a los herederos Ptolemaicos, la que supo retirarse, todo lo demás es sólo distracción para el público.

 

Mireia Gallego

Marzo 2015

 

 

 

 

 

 

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